No era un flautista en verdad.
Era un violinista.
Pero te atrapaba de tal manera que era casi imposible escapar.
Bajaba lo más campante al subte y caí en su telarania de notas...
No me pude ir por 15 minutos.
Perdí la oportunidad de la primer pausa, por querer escuchar más.
Tenía tan poca plata, unas miseras monedas, que me dió vergüenza dejarselas...
Así que en la segunda pausa logré zafarme y escapé escaleras abajo.
Tratando de que no me hiciera subir nuevamente cuando reanudara su magia.
Me pareció oirlo nuevamente, a mitad de recorrido.
Pero pude resistirme, y continué descendiendo al inframundo del metro.
Lleno de la luz que me había regalado este tipo con su violín.
Que grosso, no?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario