miércoles, 25 de noviembre de 2009

Hinchado

Me hinche las pelotas.
Nada de escritura linda o buscarle la forma al texto...
Con el clima de mierda esta todo bien.
10 días de niebla no me molestan.
Trabajar mucho, de noche, y no dormir, tampoco.
Lo que no me estoy aguantando es ir a las clases.
El húngaro me hinchó las pelotas.
No quiero ir más.
No me aguanto estar sentado en el aula.
Por más que no escuche.
Por más que no preste atención.
Por más que me duerma.
Simplemente no quiero estar ahí...
Prefiero estar en el cuarto sin hacer nada.
Ir a la ciudad.
Dormir, cocinar, cualquier cosa.
Hasta no me molesta estudiar por mi cuenta.
Pero no quiero ir a una clase más!!!

Solo faltan un par de semanas...

Pero se hace eterno...

sábado, 21 de noviembre de 2009

Vuelvo

Vuelvo. Acá estoy.
Vuelvo a escribir.
Y dentro de poco vuelvo a Baires.
Pero como ese "dentro de poco" es más de un mes, antes que nada quiero volver a concentrarme en el aquí y ahora.
En Budapest.
En este último tiempo con la ciudad.
Y con los amigos que tengo acá.
Con todo lo que tengo alrededor ahora.

Si vuelvo y me voy,
Si vuelvo o no vuelvo.
A donde vuelvo.
Si acá es acá o allá
O si allá es acá.
O todas esas combinaciones confusas.
Las dejamos para después.

Ahora estoy.
Y vuelvo.

Ayer caminaba a las 4 de la maniana, volviendo de trabajo.
No había choferes y me dieron más ganas de caminar que de esperar.
Y me encontré una estrella fugaz.
Eso me puso contento.

martes, 3 de noviembre de 2009

De juegos, helados en invierno, lanzallamas y platos rotos

Estuve jugando. Jugando de verdad, totalmente metido en el juego.
Jugaba a que tenía una novia. Y nos queriamos. Nos queriamos más que todo el mundo.
Y era divertido jugar, porque sabía que en breve se iba a terminar.
Que al fin de cuentas era simplemente eso: un juego.
Pero me compenetre tanto, que una vez que se terminó, quería seguir jugando.
Y me llené de tristeza.
Me sumí en incertidumbres.
Pero lo que más me ensombrecía era el egoísmo de mi tristeza.
No era tristeza por ese juego terminado.
No por ese juego en particular.
Estaba triste por no poder seguir jugando.
Con ella o con otra. Lo único que importaba era seguir jugando.
Claro que ella era un factor importante, el más reciente, el último, el que todavía latía en las pupilas.
Pero parte de otros muchos juegos también inconclusos.
No el único.
Divierte la libertad de saber un final cercano, de permitirse un vale todo porque total ya se termina.
Pero esos finales abrutos también dejan un vacío importante...
Y todo eso se me juntó de golpe.
Se me agolpó en la garganta.
Me ahogó.
Nostalgias sumadas, dudas encontradas, caminos varios que no llevan a ningún lado.
Dí vueltas y vueltas en mi cabeza.
Y no volví a clase.
Me fuí a caminar.
En el frío del invierno.
Y me comí un helado, con el frío en la cara, en mi boca y en mi garganta.
No ví un auto en una esquina, tan compenetrado andaba con mi angustía.
Por suerte el auto me vió a mi, que deambulaba con mi palito bombón helado, y no me atropelló.
Seguí dando vueltas y me encontré con lanzallamas.
Unos obreros pegaban alfombras de brea.
Un sonido más que interesante el de los lanzallamas para condimentar mis pensamientos.
Y volví.
Y me senté ausente en otra clase, pensando historias, sin poder prestar la suficiente atención.
Y se necesita bastante para poder seguir una clase de literatura sobre el clasicismo en húngaro.
Así que me concentre en las historias de animales que vinieron a mi mente.
Y después, (como saben algunos) cuando se juntan tantas cosas, tantas angustias, tantas dudas, tantas certezas a medias y verdades incompletas, rompí un plato.
Porque es inevitable, llega un momento en que tenés que romper un plato.
Puede ser un vaso, o una taza también, o algo por el estilo, pero generalmente es un plato.
Un plato de sopa, en mi caso.
Pero viendo la obiedad de este plato estrellado en una lluvía de anicos en el piso, sonreí.
Y me vine a escribir esto.
Para aclarar mi pensamientos.
Para respirar profundo.
Y para ver que hago con todos estos sentimientos que tengo en este momento.
Tengo un infinita tristeza, como dice Manu Chao.
"Infinita tristeza", "Infinita tristeza", repite el audio en un loop.
Pero suelo disfrutar de mis estados de ánimo, sean cuales sean.
Así que creo que me voy a tocar el saxo a ver como suena toda esta tristeza...